jueves, 26 de diciembre de 2013

Terciopelo y agallas.

A él le faltó valor. A mí me faltaron alas. Se convirtió en algo valioso sin querer, y nos dio terror. A mí me entró el vértigo. A él la humanidad. Nos faltaron mañanas para tantas noches. Cómplices de algo de lo que éramos —pero de lo que nunca nos sentiremos— culpables, o eso pensé yo. Éramos falta de tiempo. Éramos falta de apoyo. Éramos sonrisas, medio despertares, mordiscos, artéreas. Éramos rutina. Éramos pestañeos. A mí me faltó distancia. A él le faltó prohibir. Nos faltaron riendas. Nos sobraba el tiempo. Éramos energía. A mí me sobró confíanza. A él le sobraron palabras. Éramos algo. Éramos él y yo. Éramos nada. Éramos un fénix, que resurgía de sus propias cenizas al anochecer, y moría con el primer rayo de sol. Éramos pulmones. Éramos fuego. Éramos música.