lunes, 30 de septiembre de 2013

Hace mucho que no me escribo. Quizá es porque me volví medio de piedra, o no necesitaba desahogarme. Necesito escribir esta vez sobre esta anterior mini-etapa compuesta por una versión beta de amor semi correspondido, efímero y pasional. Esos pequeños periodos que dejan huella, pero que, una vez más, soy incapaz de expresarlos en mi entorno. Otra vez clandestino. Pensaba al principio que iba a ser otro episodio Stendhaliano cristalino que iba a convertirse en algo pasajero, como la mayoría de mi historial falsamente sentimental usando adverbios medio inventados para jerarquizar este puñado de sentimientos que a veces no me caben en mi caja torácica. Esas pequeñas flores que crecen en tus costillas que permanecen bellas hasta que mueren, esas palabras que no sabrías formular en el mundo real. Esas lagrimillas que sueltas cuando crees que vas a estallar porque no entiendes lo que pasa. Esa incapacidad de no poder controlar los gritos internos que produce esa extraña sensación por miedo a que sea un sentimiento excesivo, que estás sintiendo más de lo que debes. Que te tiemblan las piernas, te vuelves vulnerable, que te aterra la respuesta no recíproca. Te aterra el arriesgarte. Pero te mata a palazos en el estómago que él quiera a otra y tú tengas que conformarte con ser el antojo más allá de lo carnal. Te revienta las entrañas que te bese, que te abrace, que haga como que te quiera, cuando sabes que ella es lo primero. Sentirme tóxica. Parásita. Preguntarte de dónde sale tanto cariño, y por qué lo expresa como si fuera normal.
Al principio, permítanme exagerar para no perder el romanticismo Proustiano –hoy estoy muy de referencias literarias– pareció casi magia. Fue algo progresivo pero inesperado. Tardó 6 horas en salir del refugio, su primer beso. Pero mereció la pena. Algo que escribí sobre ello anteriormente queda resumido en:

Evidentemente el episodio no sólo fue una vez. Hasta el verano se repitió, y ambos parecíamos satisfechos con ello. Él nunca habló de ella, ni de ella. Ella lo tuvo que confesar a escondidas a la humana que más quería, deseaba demostrar su "felicidad". Hasta que esa felicidad la atormentó.
No se creía capaz de controlar todo aquello que se le venía encima, tenía que encerrar esa pasión en algún sitio de su mente, y hasta hace poco no oyó hablar de la otra. Es decir, su primera. La persona que él realmente quería.
La sensación de leer que él la quería a ella fue semejante a un apaleamiento con bates de béisbol.
¿Y qué hacer ahora? ¿Por qué no pudo avisar antes? ¿Acaso era evidente que estaba bien con ella, o tenía que descifrarlo entre caricia, beso y susurro?
La historia se repite, y un corazón tan entregado no puede permitirlo más. Se acabó.
Aguantando durante 4 años una especie de relación estrictamente sexual, un alma excesivamente emocional necesita tregua. Necesita llorar de jodida emoción, no de desamor e incapacidad. Necesita salir de la jaula e ir a por el oro.
E intenté ir  a por el oro. Todo parecía ir bien, más que bien. Para mí fue especial. Y para él también, si no no entiendo como pasó más de una vez. Igual él también esconde más sentimientos de los que debe. Pero esa etapa ha acabado ya. La plata es demasiado poco para cualquier chica.