viernes, 24 de junio de 2011

Y que el zénit nos abrace

Llórame infinitas cascadas. Llórame, aunque sólo sea porque la ocasión te lo pida. Quizás si me miras a los ojos te entre la tristeza, soy un ser bastante melancólico. Si el carmín no es suficiente, puedo salir a atrapar pigmentos negros, y volver al amanecer susurrándote, desde lo alto, balanceándome con seda, los buenos días. ¿Te gustan los jazmines? Te puedo traer miles, miles, miles. ¿Dónde están tus principios? Sólo puedo darte finales –casi– felices: hoy los tigres de bengala son generosos. A lo lejos, entre los sauces, hay huracanes. Se han perdido, no paran de dar vueltas. Las flores en el suelo son como arlequines, y con la brisa bailan y bailan. Quieren hacerte reír.
Pero yo te digo que llores, te lo imploro incluso.